Hace poco más de una semana dio inicio uno de los eventos deportivos más importantes en todo el planeta: La Copa Mundial de Fútbol, ese acontecimiento que todos los amantes del deporte más popular del mundo marcan en el calendario y que esperan con ansias cada 4 años y una vez que llega, buscan la forma de no perderse un partido, ya sea que lo vean desde casa, en el trabajo o en algún punto de reunión con amigos, en fin… es un momento de convivencia entre mexicanos que esperan llegar al éxito y levantar la Copa; claro, solo son 11 los que juegan un partido, pero se siente como si millones estuvieran ahí. Hay unión, confianza, identidad y nos asumimos como parte de algo, sentimientos que difícilmente se ven en alguna otra actividad, incluida la política.
No nos debe extrañar que, sobre todo durante el mes que dura el evento deportivo, las personas prefieran encender la televisión o leer los periódicos para ver los resultados de la jornada y no para ver cómo se han movido las encuestas electorales. Sí, como en 2006, nuevamente coincide el Mundial con la elección en nuestro país y hay quienes afirman que esto es un mero distractor para que los políticos puedan hacer fraudes, privatizaciones y demás actividades de las que no nos enteramos porque estamos más preocupados en ver los partidos de la Selección Mexicana.
Pero, ¿por qué somos tan estrictos con el fútbol? Como si fuera el más grande todos los males, pero el hecho de que los mexicanos estén cansados de leer y escuchar noticias donde solo se habla de una profunda violencia en el país, políticas que atentan contra la dignidad humana o debates que sólo son recordados por los «memes» y no por la preparación y propuestas de los candidatos también habla por sí solo.
A aquellos que están cansados de ver cómo los políticos dan discursos contra la corrupción pero son igual de corruptos que aquellos que critican, no se les puede juzgar por querer alejarse, aunque sea un par de días, de esas noticias. Lo que sí debemos juzgar es su apatía, el no hacer nada y permanecer inmóviles e indiferentes ante la realidad.
Una profesora de la Universidad me dijo en una ocasión que era demasiado idealista de mi parte creer que la participación de los ciudadanos sería el génesis de un cambio ya que parecía ser una visión “muy rosa” de las cosas, pero si no comenzamos los ciudadanos, ¿entonces quién? Sabemos que votar no es un acto de magia o que un día de pronto dejará de haber pobreza, violencia o injusticia, pero es un paso para formar consciencia, aquella a la que hago referencia en cada texto que escribo para El Politólogo.
Que el Mundial y el fútbol en todas sus competiciones sea un momento de unión, compañerismo y de disfrutar momentos con amigos o con la familia, pero que no se nos olvide que hay algo más allá, no seamos indiferentes en el día a día; a veces es necesario tomar un respiro de todo aquello que nos afecta, pero que ese respiro no sea cegador, sino que sirva para querer hacer, para cambiar, por mínimo que parezca.
Estamos a una semana de que llegue la elección que se ha considerado como histórica, pero hagamos que sea histórica no por el número de comicios que habrá, sino por los cambios que traiga consigo.
Imagen: Twitter