Muchos fervientes simpatizantes del virtual Presidente de la República, Andrés Manuel, han tenido un impacto, un tanto simpático, en su esquema de superioridad moral producto de la congruencia, al saber que su líder es todo menos eso.
Sin embargo, esta falta de concordancia entre lo que se dice y lo que hace nos corrobora que el pragmatismo construye, y construye mucho.
En este esquema, es fácil identificar dentro de los mil rostros, dos caras concretas de AMLO: por un lado, ese vehemente rostro que incita a la transformación del país, con medidas tales como la reducción del sueldo de los altos funcionarios, medida que enseña que el servicio público no es el espacio para el enriquecimiento personal, sino eso, el espacio público para servir a los otros, cosa que es poco entendida en un momento histórico en donde todo resuena a “meritocracia”.
Por ello no sorprenden los comentarios tales como: “se pondrán a robar si les bajas el sueldo”, “muchos y muchas se merecen lo que ganan”, etcétera.
Y por otro lado, el rostro vetusto de Andrés Manuel es aquel que propone reducir el personal de confianza en un 70 por ciento de las dependencias públicas, medida que es producto y uno de los pilares centrales de lo que tanto se ha quejado el virtual presidente de la nación: el neoliberalismo.
Mencionada medida suele suponer reducir la corrupción y mejorar la eficiencia y eficacia del sector público; sin embargo, lo que en verdad supone es adelgazar el aparato estatal creyendo que así se reducirá su participación en el mercado.
Y así es como podemos observar estas dos caras de Andrés Manuel. Lo cierto es que hay mil rostros que usan al pragmatismo como herramienta medular para el ejercicio de la política.
AMLO supo usarlos y, con ello, pudo lograr que su partido político en 4 años tuviera un presidente, el control de las cámaras y mayoría en diferentes cargos públicos, a través de la construcción de alianzas “detestables”.
Modificaciones constantes en su discurso, cambiar ciertos rumbos delineados por sus propuestas de campaña, pero sobre todo, mediante el uso esquemático de la astucia y el pragmatismo en su conducción pública, triste realidad para muchos que tienen el corazón puro, una alegría para los que vemos a la política desde la lógica de los mil rostros, de los detestables, de los no congruentes.
Imagen: Commons
EP