Pareciera que muchos y muchas votantes de Andrés Manuel, hoy en día, pasaron de dar un voto a formar una secta: cualquier indicio de crítica es reprochado, cualquier momento de indefinición es cuestionado, cualquier punto de divergencia es clausurado.
Después de cada palabra del redentor moral, en bandada surgen los anónimos a defender cualquier palabra, cualquier decisión o cualquier expresión del próximo presidente de la República, aunque este salga a defender a Meade, sí, a ese señor que estuvo como Secretario de Hacienda, dictando una política económica que es muy clara: la mayoría de los mexicanos ganan hasta cerca de 13 mil pesos, mientras que el resto, se lo quedan muy pocos, ganándolo casi todo.
Eso no es ni honorable ni decente, así como tampoco lo fue la estafa maestra; o su política económica, o su priismo tácito. Pero a este respecto algo resulta incuestionable, la cultura política del priismo sigue vigente y no se acabará de un plumazo, al contrario , todos aquellos que se portan como en la sinagoga defendiendo a capa y espada momentos deplorables de la vida nacional solo porque lo pronuncia Andrés Manuel, no hacen más que resaltar su corazoncito priista.
Sin lugar a dudas, el ethos priista es nuestro particular fascismo que nos orilla a la superioridad moral para denostar y clausurar a la diferencia, a los anormales, a los que no están siempre de acuerdo, a los que no confían en la moral o no creen en ídolos, dioses o redentores.
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