Bajo los linderos de la abstracción, pareciese que hoy en día se vive una santificación de la figura del pueblo; es por ello que se llega a escuchar la frase de “es tonto quien piensa que el pueblo es tonto” o cualquier otra simplicidad parecida. En estos días de redención moral y pulcritud pública, la santificación del pueblo es un hecho incuestionable, es por ello, que de aquí a 6 años más, pase lo que pase, esta figura jamás tendrá la culpa, será fuente de bondad, buenas prácticas, y por supuesto, de hazañas heroicas.
Ante ello, Andrés Manuel, ha echado mano de su credibilidad y para no perderla, toma la decisión de dejarle en las manos del “pueblo” la decisión de si se construirá el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México o no, sin ninguna discusión previa o información veraz en cuanto al daño ambiental que implica la obra o sin siquiera haber revisado ya los contratos otorgados y demás cuestiones técnicas, pero eso sí, la decisión es que la gente decidirá.
En este sentido, el daño ambiental e hídrico no importan, lo importante es seguir manteniendo la credibilidad y popularidad, echando mano de la figura del pueblo, porque sea lo que decida éste, será sabio, y si decide que siga la obra (así como algunas encuestas lo corroboran) la decisión será inapelable, porque el pueblo es incuestionable, por qué claro, cuando decidió por Hitler a pesar de todo, este nunca fue el culpable de nada, aunque dentro de su intimidad hubiera deseado el fascismo.
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