De cuando en cuando alza la mirada entre las palabras que pronuncia. Revisa con los ojos a su audiencia. Habla, naturalmente, desde un estrado y al micrófono encendido, porque a veces sucede que los asistentes no pueden ver ni oír a quien les habla. El presidente López Obrador emite, pues, un discurso como se hace de ordinario ante la gente… solo que no hay gente. Y con ese discurso del 5 de abril de 2020, el presidente regaló una fina estampa de su presidencia. Me explico.
La pertinencia, la necesidad del mensaje presidencial del 5 de abril era la crisis originada por el Covid-19; pero el presidente optó por ofrecer un informe. Habló lo mismo de la transformación de Chapultepec en un espacio artístico, el apoyo a la actividad pesquera o la construcción de plantas termoeléctricas. No que venga mal conocer estos datos, pero su inclusión en este discurso revela una sola cosa: que a juicio de quien habló, la realidad no ameritaba palabras especiales, específicamente ajustadas a la crisis del Covid. Era un mensaje más, uno que podría haberse pronunciado en enero. El presidente levanta sus ojos y conecta su mirada con nada.
Dice: sigue en marcha la construcción del aeropuerto “Gral. Felipe Ángeles”; se prolongará el programa de estímulos fiscales en la frontera; habrá recursos extras para Pemex; en seguridad, se mantiene la “estrategia” para garantizar la paz; continúa la promoción de la lectura; incluso el Coronavirus nos llegó cuando ya se estaba mejorando el sistema de salud y, en esencia, lo que toca es extender esa política. Los verbos lo aclaran todo: no hay nada en la realidad que amerite cambio, innovación, un ajuste especial. Seguiremos haciendo lo que hemos venido haciendo. Pausa, se inclina, vuelve su voz amplificada para una audiencia inexistente.
La verdad es que esto no debería sorprender a nadie. Desde antes de que recibiera constancia de su victoria en la elección presidencial estaba claro que Andrés Manuel llevaba 18 años diciendo lo mismo: que si la corrupción, que si el prian, que si los neoliberales, que si arruinaron al país, etc. Para bien y para mal, en ese tiempo vaya que el país cambió; mas no así su mensaje. Y hoy, a más de un año de su administración, sigue diciendo lo mismo. El presidente voltea a derecha e izquierda, retoma su discurso al vacío.
Todavía más: hoy, a más de un año de iniciada su administración, Andrés Manuel sigue haciendo lo mismo: recorriendo los estados en campaña. Desconozco cuándo se sienta y se asesora, cuando juzga documentos, cuando monitorea avances, cuando delibera para decidir, desconozco, pues, cuando gobierna si desde que se levanta se pone a hablar y se le va el día en viajar para volver a hablar. Gira, asiente, modula su voz ante los espectadores fantasma.
He ahí una fina estampa de esta presidencia: se alza el estrado por si los cortos no ven, se microfonea la voz por si los de atrás no oyen, se gira el rostro para conectar con todos… solo que ahí no hay nadie. Nada de lo ahí dispuesto tiene sentido porque nada se casa con el hecho de que ahí no hay una sola alma que pudiera no ver, oír o sentirse soslayada. Pero el presidente quería dar su discurso igualito que lo hace cuando hay miles reunidos. Igualito que lo ha hecho por 18 años para decirnos básicamente lo mismo que ha dicho en otras ocasiones.
Es como si la realidad no existiera para el presiente: no hablará de ella ni para ella. Como cuando la economía cae, la inseguridad asciende, una pandemia se realiza y el presidente sonríe hablándole a la nada. Un soliloquio. Una fina estampa.
- Andrés es Licenciado en Filosofía por la UNAM. Maestro en Ciencia Política por el Colegio de México y maestro en Historia Económica por la London School of Economics. Visita su blog personal en el siguiente enlace.
Imagen principal: Informe del presidente de la República al pueblo de México del 05 de abril de 2020 (Youtube)
EP